miércoles, 30 de abril de 2008

Memorias de un desmemoriado.



He conocido muy poca gente en mi vida capaz de agredir con la mirada, algunos actores y a Andrés, un cincuentón Andaluz que a la mínima hacía patria chica recordando su Jerez natal.

Andrés era (supongo que aún es) un tipo corpulento con muy poco pelo. Su mirada por encima de las grandes gafas que siempre le acompañaban era capaz de producir pánico al personal a su cargo como jefe de zona de una empresa de alimentación. Su labor consistía en eso, era un acojonador nato a la antigua usanza, al que la gente respetaba por que le temía.De super en super, Andrés visitaba, hacía entrevistas de trabajo al personal de nueva incorporación, pegaba cuatro acojonantes gritos al encargado, rozando siempre la ilegalidad del insulto, y cuando salía de la tienda todos trabajaban asustados, hasta la próxima. Una escuela, la antigua, que entendía más de miedos que de recursos humanos.

Era muy joven el día que le conocí, buscaba un trabajo para los meses de Julio y Agosto y un conocido me envió a los brazos de Andrés, avisandome de antemano de la peculiaridad del personaje. La entrevista de trabajo era para mozo de almacén, en los meses en que la gente fija se iba de vacaciones. Andrés, me enteré más tarde, tenía dos preguntas o peticiones clave para sus entrevistas de trabajo, primero te preguntaba que harías si vieras robar a un compañero, y luego te pedía que te quitaras un zapato para verte el calcetín. ¿Les suena a ciencia ficción?. Creanme, era así.

Un joven delgaducho, como yo, me hizo pasar a su despacho a hacer la entrevista de trabajo, Andrés me observaba por encima de sus gafas, un par de preguntas familiares, y a la tercera a saco.

-¿Qué harías si ves a un compañero robar?

- Pués mire, es de suponer que yo con ese compañero tendría más relación que con el jefe de esta empresa, por tanto, le pediría que no lo hiciera en principio, y si insistía, lo pondría en conocimiento del encargado.

Creo que Andrés quedó gratamente sorprendido con mi respuesta, por no ser la típica supongo de "pues me chivo", y me pidió que si me podía quitar el zapato para verme el calcetín. Me sorprendió, no lo niego, pero me quité el zapato y le enseñé mi calcetín negro.

Según la lógica aplastante de Andrés, las dos premisas que él consideraba imprescindibles para empezar a trabajar en aquella empresa se habían cumplido, la primera le había demostrado que era capaz de razonar, y la segunda, más importante para él, que era capaz de obedecer. Y por ello me contrató, no sin antes decirme "vas a ser el tercero de abordo (traducido el ultimo mono) y tú labor es de las más importantes para este centro (traducido, el pringao que vá a currar físicamente de todos los que hay reponiendo y descargando). Me hizo una irrechazable oferta de 62.000 pelas y de doce a catorce horas de curro al día, de Lunes a Sábado, que acepté sin dudar.Me avisó de que allí estábamos para vender, y ese era nuestro objetivo y ganancia.

Ese trabajo me sirvió, y mucho, para hacerme una persona abierta al público, era bastante reservado hasta que empecé a "marujear" con las clientas, que me cojierón especial cariño enseguida por mi desparpajo, pero con lo que no contábamos ni Andrés ni yo, era con que durante las vacaciones del encargado, el segundo de abordo (como decía él) iba a ser operado de urgencia de apendicitis, lo cual sin comerlo ni beberlo, tras quince días de experiencia me dejaba al cargo de diecisite personas, acojonadas añado. Durante tres largos días Andrés me formó para encargado, a su manera "el que se mueva no sale en la foto" solía decir, me integró en la cultura del miedo como forma de respeto, y bueno, uno que siempre pone empeño en lo que hace, lo que no sabía por falta de experiencia, siempre lo suplía con horas de trabajo. Mi madre en aquel entonces me pidió una foto para verme de vez en cuando.

Tras esos tres días el partió y me dejó sólo al mando del barco, y claro, un mocoso como yo enfrentado a una plantilla muy mayor, sólo podía tomar la decisión que tomó, no hacer ni puñetero caso de ninguna de sus enseñanzas y hacerme respetar por mi mismo y sin miedos. Habidas cuentas de la falta de cariño que tenía la plantilla, no me costó mucho formar una piña que funcionaba como un reloj Suizo, sin amenazas ni coacciones, durante ese mes y medio eso se notó en la gente, y por extensión en las ventas, la gente estaba más relajada y eso el público lo notaba en el trato, ya no querían joder a la empresa, ni les daba lo mismo cualquier queja, esa gente se estaba iniciando sin darse cuenta en un nuevo tiempo para ellos.

A Andrés le pillé el tranquillo muy rápido, se trataba de decirle a todo que sí, y hacer luego lo que te salía de las narices.

Finalizó mi contrato de dos meses y en ese día como decía la carta de cese tenía a mi disposición el finiquito correspondiente, que Andrés vino a entregarme en mano. Me abrazó, me felicitó, y me pidió que volviera cuando quisiera y sin cara de loco ni nada. Me despedí de todos, emocionado, y salí de allí a continuar con mi vida de juvenil pendon irresponsable. Bueno, así hubiera sido si no fuera por que al tercer día me llamó el jefe de Andrés para ofrecerme su puesto. Si aceptaba de degradaban a jefe de tienda.

A todo el mundo siempre le he recomendado cojer lo bueno de las pesonas y olvidarse de lo malo, de Andrés me quedó una frase y el resto creo que puede olvidarse, "cuando tengas que decirle a alguién cabrón, no le digas cabrón, dile que te parece que le están creciendo los cuernos".

3 comentarios:

Helter dijo...

Y si tengo ganas de decirle a alguien que es un hijo de puta, ¿qué le digo? ¿Que creo que su madre es algo ligera de cascos?

Arkab dijo...

Trikki, me ha parecido ver una señora, arriba a la derecha, en traje de baño, ¿la ha puesto usted o se ha colado ella sola? Si la ha puesto usted, ¿tendría inconveniente en darle la vuelta para verle la cara?

Helter dijo...

Eso será cuando quiera hacerle un homenaje a los sufridos fabricantes de wonderbrá.