lunes, 28 de abril de 2008

Las edades del hombre



Dicen que a diferencia de la mujer, y para envidia de ellas creo yo, al hombre le cuesta madurar más y mantiene retenido su espíritu de niño durante más tiempo. En el despertar amoroso cuando un hombre va, una mujer ya ha vuelto unas siete veces, se enseñan antes en las artes del amor por que a diferencia de nosotros, ellas están más curtidas, más "acosadas" por el sexo opuesto, ellas son sin duda más adultas con menos años que nosotros.

Llega un momento en que nosotros también crecemos mentalmente, y nos preocupan e inquietan la mismas cosas, pero creo que una parte de nuestro cerebro sigue teniendo escondido a aquel gamberrote infantil que mostramos a la menor oportunidad, ya sea vía cibernética o entre personas, creo que hay gente que hasta utiliza el medio Internet para ello, o algunas reuniones familiares con gente de confianza, donde uno deja de ser la persona seria y responsable que se le supone, para convertirse en un gamberro chistoso, un enano mental en potencia que sufre una regresión a su infancia, donde no preocupaba la consecuencia del que pasará, sino el ahora estoy haciendo. Un ejercicio de irresponsabilidad para una persona que se supone adulta es mostrado a los ojos de los que le creen respetable y responsable. Señoras, esos momentos para un hombre son impagables, y todos nosotros hemos sentido ese impulso alguna vez, el de dejar de ser adultos durante un pequeño espacio de tiempo para recordar lo que sentíamos de niños, para no preocuparnos por las consecuencias de un acto concreto.

Aquel día el parque estaba vacío. Un bastidor metálico sujetaba las seis cadenas de tres columpios, dos de ellos estaban ocupados por dos niñas muy guapas y el que quedaba justo en el centro estaba vacío. - ¡Papá empuja¡decían las niñas. De pronto sucedió, sin más. Cuando las niñas tomaron la altura apropiada el columpio vacío del centro me miró. Lo juro, me miró fijamente y un suave vientecito de poniente lo movió muy despacio delante y detrás, delante y detrás, mientras las cadenas poco engrasadas emitían un casi inaudible sonido ñic-ñic. Mientras lo miraba fijamente el viento se hizo voz, y pude escuchar que me decía "suuuubeeeee, subeeeeeee" mientras yo sorprendido miraba a uno y otro lado del parque asegurándome de que realmente estábamos solos, de que era el columpio el que me hablaba y que no había ninguna persona observando lo que me estaba pasando. Disimuladamente tomé asiento en él, dejadomé caer como el que no quiere la cosa, poniendo las manos sobre mis rodillas y no sobre las cadenas, pero él no quería dejarme tranquilo así, el viento envió su nuevo mensaje "empuuujaaaa, vueelaaa altooo, tocaaa las estrellass". Empezó con un suave contoneo de caderas hasta que decidí tomar impulso con todas mis fuerzas. Subí hasta el cielo -Papá que alto¡¡ decía la niña mientras yo me impulsaba como un poseso con las cadenas, estirando y encogiendo las piernas, tocando casi la espalda con el suelo al plegarlas, parecía que le iba a dar la vuelta cuando decidí poner el remate y saltar del columpio en marcha cuando llegara a su punto más alto. Tomé impulso y flllassshhh, caí de pie en la parte de delante ante la mirada atónita de las niñas. Levanté mi brazo hacia ellas en un saludo entre circense y torero, y pude ver a mi vecino el estirao tras los columpios que me dijo:

- Que bien nos lo pasaamosss ehhhhhhhh

2 comentarios:

Helter dijo...

Oiga, que si se trata de regresiones a la infancia/adolescencia, a las señoras también nos pasa. Sin ir más lejos, la semana pasada en un impulso irreprimible me compré una caja de tampax. Antes de que caduque se la regalaré a la chica de la peluquería de enfrente.

Arkab dijo...

Oiga, el saludo ¿no sería más así en plan Toni Manero en la disco? Paberse roto la cabeza, Trikki, jomío.