lunes, 14 de julio de 2008

Un nombre

- Un nombre
- No se nada.
Uno de los dos policías, el más alto y fuerte y esa clásica nariz chafada de boxeador le soltó un fuerte puñetazo que le hizo sangrar la nariz. El otro, más espigado, agarró su mano cuando iba a lanzar de nuevo su puño contra él mientras con un pañuelo blanco recogía la sangre de la comisura de sus labios.
- Espera, no le des otra que va a hablar. Un nombre.
- De verdad ¡ que no se nada ¡.
El segundo puñetazo fue aun más brutal que el primero en su mentón derecho, la mandíbula se le desencajó y empezó a notar el sabor de un hilo de sangre de la muela que le había arrancado al tragar saliva. El policía más delgado levantó su brazo en una seña para que el otro no siguiera, y cojió una lámpara para apuntar la luz directamente sobre sus ojos, mientras el más fuerte gritaba ¡Dejamé acabar con él, no nos contará nada¡.
- No se el tiempo que voy a poder aguantarlo, dijo el delgado, un nombre y te soltamos.
- No, no fui yo, fue mi mujer y no se donde lo hizo.
Levantó el dedo de nuevo en una seña al más fuerte que de una patada en la espinilla le hizo retorcerse de dolor. El calor de la lámpara era asfixiante y sentía dolor por todo su cuerpo.
- Un nombre, queremos un nombre y lo queremos YA. CANTA. ¿DONDE?
El hombre atado a la silla respiraba agitadamente y su cara estaba embadurnada de lágrimas y sangre.
- El polo de Ralph Lauren a tres euros lo compró en el Corte Inglés.

1 comentario:

Helter dijo...

Dicen que los torturados se dividen en tres clases: el héroe, el cobarde y el pringao.
El héroe es el que no pía aunque le trituren con una termomix. El cobarde es el que antes de que le toquen ni un pelo ya está cantando la biblia en verso.
Y el pringao es el que intenta aguantar pero tiene un límite, así que consigue dejarse destrozar para luego soltarlo todo igualmente. Me pido cobarde.