miércoles, 23 de abril de 2008

El cazador de orgasmos.

En el día que vino al mundo Jean-Baptiste Grenoulle fue dotado con un don que le diferenciaría para siempre del resto de los humanos, el poder de saber diferenciar y matizar todos y cada uno de los olores de la tierra. Jean-Baptiste pasó su infancia olisqueando todas y cada una de las personas o cosas que se cruzaron en su camino, diferenciando, diseccionando cada uno de los olores que su cerebro era capaz de asimilar por separado y guardar como si de un disco duro potente se tratara.

Ya en su pubertad, Grenoulle empezó a sentir la llamada del sexo, a pesar de no estar enseñado en las artes del amor asimiló su primer olor a orgasmo en una masturbación cuando contaba con quince años. Decidió cojer un pequeño frasco que le recordara tan maravillosas e inesperadas sensaciones y dentro introdució un bello púbico de su propio cuerpo y un pequeño trozo de piel arrancada de junto a su uña. En la etiqueta del frasco Jean-Baptiste rotuló "La sensación desconocida" como título a ese recuerdo en forma de olor que quería guardar para siempre.

Fué unos años después, en su primera relación sexual con una mujer, cuando Jean-Baptiste se dió cuenta de que todos los orgasmos no eran iguales, y se decidió a cazarlos y catalogarlos como recuerdo a unas sensaciones que no siempre eran las mismas, aunque en el final si eran muy parecidas, cada una de ellas era distinta en su matización propia, en su sensación que le dejaba en el cuerpo. Jean-Baptista no sólo diseccionaba olores, también las sensaciones que en su cuerpo dejaba dicho orgasmo. Así fue como a su primer encuentro amoroso conjunto, con Marie, previo pago de veinte Francos en el bajo Paris, decidió titularlo en su frasco como "Rapidez inusitada y falta de control".

Grenoulle se hizo todo un profesional de la caza y captura de los orgasmos más variados, siempre asociado y mucho al tipo de persona con la que compartía lecho, ya era sabedor a estas alturas de que nunca tendría dos orgamos iguales por su don. Pronto su estantería empezó a adornarse con decenas de frascos titulados, "Dulce final" aquel día que estuvo con la pastelera, "placer salvaje" con la carnicera del barrio que le mordía y arañaba durante el acto sexual, "Insatisfacción matrimonial" con la mujer del Gobernador que le cabalgó hasta la saciedad, de todas ellas guardaba un bello púbico que paseaba por su ombligo sudoroso antes de colocar cuidadosamente en el frasco, y así captar la esencia de su olor a través del sudor que su propio cuerpo, ese olor que su cerebro ya tenía asimilado y diseccionado.

Un día Jean-Baptiste miraba detenidamente sus frascos, como ese cazador que observa las cabezas que tiene colgadas en su colección, buscaba cual sería la pieza que le faltaba para completarla. Se dio cuenta enseguida de que su colección nunca estaría completa sin un orgasmo con amor, tenía de todos y muy variados, pero le faltaba uno de amor verdadero, ya que Grenoulle nunca había estado enamorado. Decidió completar la colección cortejando muy lentamente a la joven Heltbad, una hija del Ministro Alemán con una educación Teutona muy estricta que residía en Paris. Durante dos largos años pasearon agarrados de la mano en una conquista de lo más tradicional, hasta que por fin contrajeron matrimonio en la catedral de Notre-Dame. Al fin Jean-Baptista Grenoulle, iba a consumar sexo con amor para poder terminar esa colección de frascos, durante mucho tiempo incompleta.

Fue en la noche de bodas y tras un acto sexual lleno de gritos y pasión cuando Grenoulle quiso hacer su habitual rito de bello púbico con sudor. pero se encontró el ombligo de su amada Heltba sin misera gota de sudor por la que pasar el pelo, estaba más seco que un desierto. Jean-Baptiste Grenoulle cojió un frasco que destapó cuidadosamente, introdujo el pelo de su amada Heltba y rotuló con extremo cuidado. "Amor fingido".


P.d. Vale, no lo hago más, que es el día del libro.

5 comentarios:

Harry Sonfór dijo...

Oiga, Trikki, que me ha hecho mucha ilusión lo de la celebración de las diez mil visitas en mi blog. Yo llevaba días barruntando que lo de llegar a las 10.000 visitas iba a caer en el día de San Jorge y el cumpleaños de doña Silvana. Y sí. Mire usted.
¡Muchas gracias!

Trikki dijo...

Las que usted tiene hombre, no hay de qué.

¿Cree que existe la casualidad?. No, creo que nos hemos puesto de acuerdo, Silvana, San Jorge, y el Grenoulle de mi historia (que creo que es rana en Francés").

Helter dijo...

A riesgo de que madame spanique me corrija, en francés rana es "grenouille". Y oiga, que este texto me ha recordado mucho al principio de El anatomista, libro sobre el cual hace tiempo prometí una entrada y aún no lo he cumplido. Y un colibrí zunzunegui me sugirió que además colara un clítoris de 3 cm, o igual me confundo y era una extraterrestre con 3 clítoris. Algo así.

Trikki dijo...

Oiga Helter, yo intenté que saliera el nombre del personaje del "El perfume", y vamos el fusilamiento indiscriminado era de ese libro, asesinato diría yo, eso si, ni una sola vez pone perfume por ningun lao.

Harry Sonfór dijo...

Oiga, Trikki, si le gustó «El perfume», permítame que le aconseje que se lea «A contrapelo» de Joris-Karl Huysmans, que yo no sé si usted lo habrá leído, pero apostaría una pierna a que el escritor con apellido de Champú sí. En esa novela, el protagonista, Des Esseintes, es un tipo apijao que se pone malo de gustirrinín decadentoso oliendo su colección de esencias. Luego tiene un momento muy bueno, que tiene el hombre en casa un tortugón enorme que no le hace juego con la alfombra y pide que le cubran la cáscara con pedrería a ver si así le queda más cool, pero esa ya es otra historia. Recuerde: «A contrapelo», el de «El perfume» la leyó el muy jodío.